por Javier Cavanilles
ya tengo bastante con las chucherías que escribo como para extraviar lapso con las de los demás sin embargo, o mucho me equivoco, o ésta es semana grande de sesuda sabiduría entre los ufólogos de cantimpalo. Se cumplen, nada más y nada a excepción de, que 30 años del albur ovoide más popular de esta badana de astado que es España: el episodio Manises. Seguro que la cosa merece abundantes reportajes, y cuanto más desencajados mejor.
piloto Lerdo de Tejada a la babora, a su costado copiloto Zuazu y sobrante de la triulación . Foto de Adolfo Marrero, La Provincia.
para los que no lo recuerden o tengan la fortuna de no haber surgido cuando ocurrió, el 11 de noviembre de 1979, el revoloteo Jk-297 (de la tropa Tae) que viajaba de Palma de Mallorca a Tenerife tuvo que ejecutar un aterrizaje de emersión en el aeródromo de Manises (Valencia) al encontrarse acorralado por un ovoide. Horas a posteriori, un mirage F-1 del Ejército del Aire despegó de la pata aérea de Los Llanos (Albacete) y durante junto a dos horas estuvo intentando darle caza. Mientras, en Manises, múltiples testimonios aseguraron haber revistado extrañas luminosidades en el Paraíso. En Sóller (Mallorca), un don nadie con más osadía que convencionalismos logró igualmente una foto del gong volante. Increíble, empero falso.
si hubiera sido un signo de cine, la cosa tal vez hubiera apurado acá, sin embargo es certeza que la existencia suele sobrepasar a la novelería. Por un lado, la decano parte de los 109 pasajeros del nave espacial eran tudescos y austriacos lo que contribuyó a suceder una máximo proyección internacional al acontecimiento y, por otra, múltiples bajeles de la Sexta Flota (entre ellos, el porta-aviones fundamental Nimitz) estaban en torno a la lista de los hechos: ¡los americanos! Seguro que los harto taimados ocultaban algo. Hasta hubo interpelación parlamentaria sobre el acontecimiento, no digo más.
la prensadora se hizo retumbo del incidente.
explicar aquí todo lo que pasó sería demasiado largo. Así que me limitaré a reflexionar a uno de sus principales protagonistas, probablemente el que ningún memorial de la parroquia paranormal quiera recordar. Es Juan Antonio Fernández Peris, entonces un joven aficionado a la ufología (de esos que atrás se conocían en el mundillo como sabios) que dedicó casi 20 años de su fortaleza al asunto. Finalmente su deber se convirtió en un álbum diplomado el Expediente Manises (¿pa qué mas?), probablemente la mejor exploración sobre un fenómeno de este gachó nunca publicada en lengua castellana (y a la estatura de las mejores extranjeras). A diferencia del 99,9% de lo que se ha asegurado o escrito sobre el trance, la exploración de Fernández Peris tiene la solidez del mármol. El reputado asunto comenzó cuando un veterano chófer sometido a gran estrés por alegatos personales (era un varón altamente religioso, embarullado por un mordaz cambio de divorcio) avistó unas extrañas alcances en el paraíso. Se trataba de las pasiones de la azucarera de Escombreras (Cartagena) que, debido a unas clases atmosféricas asaz concretas, eran evidentes a mucha más vastedad de lo común. Por eso, no obstante un aviador hubiera ejecutado el mismo camino cientos de sucesiones, probablemente en la vida las hubiera conocido identificar.
esas esplendoras no explican todo lo que ocurrió, nada más fueron el detonante. Javier Lerdo de Tejada -así se llamaba el tripulante- se puso activo al pasar revista las nigromantes llamas (en 1979, recordemos, la crítica en los ovoides estaba en España en su máximo poder) y cuando contactó con la Torre de Control del Aeropuerto de Barcelona, no hicieron nada por tranquilizarle o ayudarle (esos reguladores tuvieron gran parte de omisión de que el Ejército tomara cartas en el asunto). A eso se sumó un error de explicación de una señal en un radar que hizo madurar que aquellas talentos eran, en alcance, poco material.
un Mirage F-1 de las Ff.aa españolas.
el remanente es vida. Una linaje de festival de paranoia colectiva tan habitual en este tipo de episodios y un arquetipo más del mando de atracción de la mente humana. Treinta años luego no se alcahuetería de inquirir culpables siquiera de delimitar a ninguno con el dedo. Simplemente, de recordar que el Caso Manises está informado más allá de cualquier envidia razonable. Por eso dudo mucho que ninguno vaya a interviuvar a Fernández Peris. Es poco amigo de marchar en los memoriales (no le culpo, acabó más quemado que el niño de el Traje Nuevo de Emperador) y los policías sobre-cogedores prefieren borrarlo de la descripción, no vaya a ser que la efectividad les arruine un buen reportaje. Por felicidad, queda su volumen. Y su dechado de honradez en una época en la que a ricos nos gustaba ensoñar con los visitantes del ambiente. Aunque parezca falsedad, algunos hemos madurado.
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